CUENTO ORIENTAL
Día abierto al sol y,
sin embargo,
la gasa de una niebla
me cubría ojos y hombros.
Encontré el sendero de caléndulas. Cálidas
desde el naranja al amarillo
y entré en mí.
Casi no había sitio para admirar
aquella repulsiva maravilla.
Pasada esa prueba vinieron otras.
La neblina se desprendió y se volvió laberinto.
¡A la izquierda para encontrar la salida¡
Y así llegué al umbral de otro ámbito
Sin más ornato que una bella alfombra persa
con un laberinto en su trama más pequeño y
plano.
Al fondo vi la puerta donde estaba mi niño.
Confiaba yo en su inteligencia y su memoria
y,
aunque
siempre le había enseñado llegar a la salida
por la izquierda, vi que estaba en un ataque de rebeldía.
Empezó por la derecha, retrocedió sobre sus
pasos. Sentado, quedó mirando fijo la alfombra como su familiar ajedrez.
En el patio central ya estaba el tigre con
quien tendría que habérselas, si la memoria le fallaba.
No me oía. Acaso fuera porque la
experiencia no se transmite.
Cuando menos lo esperaba, estaba a mi lado
y se había dado el encuentro.
Salimos por mi boca mientras sonaba una
canción oriental.
© Isabel Llorca Bosco
Me gusta tu apertura al sol y al sendero de caléndulas ...un abrazo Isa, Dolores Pombo
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