Que abandonado de sí mismo anda el hombre
como sí un anima se hubiera robado
el brillo de lo inasible.
Se lo ve a tientas entre las sombras.
Se lo ve deambular sin brújula.
La promesa del amor no llega y casi
acostumbrado nada espera.
En que camino sin rumbo lo han divisado con
la vista efímera
con los pies errantes
y sentimientos a resguardo?
Será del niño buscar la avidez del sueño?
Una voz desde las profundidades encausa el
cántaro, la fuente,
el camino a Roma,
teje y desteje el hilo de la salvia para
calmar la frustración.
Pobre del hombre que circunda sus defectos
y no encuentra salida
en sus fisuras.
© Patricia Corrales M.
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