En Chile, viajera
dedicado a Gladys
Ilarregui
En esta noche larga cuajada de silencios
quiero tocarte. Sentirte cerca.
Aullarte.
Quiero que seas novela, poemas, paisajes.
Mi triste yo, un carnaval sin agua.
Viajera que por Chile transitas el porvenir
de fuego
mientras recorres la espina dorsal de los
glaciares, aun sueño.
Comes en Puerto Montt
subida a las barcazas y en Punta Arenas
visitas barricadas. Te columpias en el volcán
Osorno.
Cuando en Llanquihue tocas la guitarra.
Sonríes.
Las salchichas de Chillán se hacen mariscos
en tu boca.
Abres la puerta al teatro de todos mis
recuerdos.
Prefigurada en el Paine mi cintura de
avispa, arrebuja pingüinos en Coquimbo
y en Temuco admira las alhajas de la mujer
mapuche
que aun no le robó el dios blanco.
Cuenta sus sueños, alienta su esperanza.
Run run te vas pal Norte, veleidosa y
galana, pasearás
tu figura por los ponchos de aurora.
No hay frontera que no tope en Los Andes,
ni ojos de agua en ese amar caliente de las
termas
ni cielo que no le sonría a la luna cuando
sale llena.
Y entonces, amas. Alumbrando fantasmas
sobre la Cordillera, te entregas.
Pasto del tiempo, olor de la esperanza.
Dejas correr tu sabia, y que a tu sombra duerma el horizonte nevado. Y que tus
manos se transmuten en agua.
Y ese río que corre, y esa risa que suena,
y ese amor que se escapa.
Y el dulzor que retoña. Y bailas.
Baila, baila la cueca larga.
Una línea de viñedos te señalará el camino,
vete en taxi a la costa.
Neruda te acompañará a Isla Negra, y
Mistral
pondrá acento en tu boca. Cuando Violeta
se fue a la pampa llevaba su corazón.
Pero el militar ya dispara.
Con un tiro en la nuca, sobre la almohada
caes. No llores.
Despertarás mañana cubierta con helechos y
dibujada de algas.
Leyendo los versos de amor del gran capitán
entre sus brazos.
Así yo te recuerdo, Amanda. Y como a
Víctor, te llevo en mis entrañas.
Convertida en princesa en el cerro
encantado del centro de Santiago.
Arrojando monedas en la fuente del alba.
Sin tu fuerza arrogante de araucaria
gigante
no habría hoy ríos ni lagos ni uvas ni
habría vino, ese elixir del alma.
No se abrirían nunca las grandes avenidas,
muerta ya el hambre.
Vuela, vuela, vuela por encima del ogro y de las zarzas,
que te sacudo las alas en esta noche nuestra
de las estrofas largas.
Rojinegras las nuestras, aquellas
noches tan largas.
© Marta Zabaleta
Gracias por la publicacion, genenrososo poeta Gus Tissoco.Abrazos.
ResponderEliminarpor favor ¡ qué poema! todo el sentir lírico desplegado con la intensidad de una aurora. ¡ qué placer leerte !mi admiración, marta querida. susana zazzetti.
ResponderEliminar¡Qué gran gran poema! ¡Qué gusto leerte! Felicitaciones, Marta
ResponderEliminarSos muy, muy generosa, maestra! pero de todos modos, mil gracias. Abrazos desel recontrafrio.Marta
ResponderEliminarSilvina: gusto de conocerte, y me alegro de que celebres emociones muy sentidas por mi.. Abrazos y gracias.Marta
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