La femme qui chante
El azul te encendió la boca
con el roce carnal
de la barba del refugiado
su azulada orfandad
su lenguaje de ausencias
y miradas
el azul de su aliento
sin patria.
Y es que en algún lugar
algo se incendia siempre.
Hubo un miedo azul
la tarde de la huida concertada
sombra de olivos cómplices
de la estampida
en el pecho joven del hombre
sin casa.
Un hombre muere
otro nace
algo se incendia siempre.
Tres espinas de la flor azul
tatuó la partera
en el talón de tu hijo
tampoco hubo refugio para él.
Y otro azul
escindió los cuerpos
quemados en el micro
azul humo-desierto-guerra
interminable.
Algo se incendia siempre.
En la madre
el cordón azul de la cruz
atenazándole el cuello
con el odio de la sangre
ennegrecida
por los falsos paraísos
y los auténticos infiernos.
Es que a veces
no hay opción más
que hundirse en ellos
hasta el fondo azul
de la garganta de los ahorcados
allí, justo allí
donde algo se incendia.
© Marcela Rosales
Gran poema, Marcela, donde lo truculento se inunda de belleza.Un abrazo Isabel Llorca Bosco.
ResponderEliminarUn maravilloso poema que muestra el quemante dolor de la vida, las injusticias sociales y la violencia de la guerra. Porque como bien decís: "Algo se incendia siempre". Excelente Irene Marks
ResponderEliminarMuy bueno! "Es que a veces no hay opción..." me encantó.
ResponderEliminarAbrazo
Romina R Silva
Muchas gracias Gustavo, te envío un abrazo grande! Gracias a les lectores por detenerse, leer, comprender, comentar, gracias 💕
ResponderEliminarMuy bueno Marcela, me gusta leerte.
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