le han declarado la guerra al caballo / al
extenso pasto de su paso
y le han declarado también la guerra a las
ubres del sol
a la madeja triste de la lluvia / a los
vasos y a las cucharas
le declararon la guerra al pan al plato / a
los lentos rosarios de los que rezan
al río a las piedras precisas e inmutables
al aire
le han declarado la guerra a mi perro
al niño que juega en la vereda le han
declarado la guerra
a su risa su hambre su mano / a su pantalón
rojo le han declarado la guerra
más allá y en mi casa han declarado ellos
la guerra
en mi patio diminuto y en el mar
ellos
declararon la guerra
y es como si la guerra y su pólvora
vivieran en cada cosa
y todo lo mancharan
las manos de los padres los ojos de la
aurora las palabras
todo todo tiene olor a muerte acechante a
hocico de chacal
cómo haremos para amar en el cuerpo del
páramo
cómo haremos para sanar todas las alas de
todo lo que vuela
ay
cuando ellos han declarado la guerra / nos
han declarado la guerra
cuando ellos decidieron que seamos
en cada cuerpo que se rompe
© Gabriela Yocco
Sí, Gabriela, cómo haremos para amar el cuerpo del páramo?
ResponderEliminarCon maestría armás el entrecruzamiento de intensidades diversas, sin perder el eje, del principio al fin, entran en tu poema las ubres del sol como la cuchara, tu perro...
La solvencia y la flexibilidad, la soltura imaginativa perseveran bajo diferentes formas, por fuera de un único poema. Habrá que aceptar que es la imaginación la que tiene razones para los que la razón no alcanza. Estás en el lugar exacto. y el mensaje, es claro.
Pero no se trata del por qué sino del para qué habla el poema.
un abrazo
Clelia