EDGAR LEE MASTERS
Una sola
vez, en toda mi vida
me sentí de verdad afortunado.
La ventana de mi estudio se
abrió,
y entraron las voces
como un coro griego.
Yo podía oírlas, extrañamente,
a todas pero también a cada una,
y sin pensarlo me entregué,
me vi impulsado a
ser su instrumento.
Tomé, con cuidado,
cada historia como una vela entre mis
manos,
y las fui colocando, entre los tomos del Código Civil
y mi pequeña
réplica a escala
de un viejo obús de la época de la Guerra,
hasta que ocuparon
mi escritorio por completo.
Yo detesto el misticismo puritano
ese deporte que
practican
a lo largo y ancho del Sur de los Estados Unidos,
pero lo cierto es
que
de alguna forma, aquella vez,
me pasé la noche escuchando la palabra,
el
fuego tenue del altar de mi pueblo.
© Patricio Foglia
Muy lindo poema, Patricio!
ResponderEliminarMarta Rosa Brignolo
Hermoso. Gracias y abrazo, Inés Legarreta.
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