Soy
absolutamente dueña de mi ausencia en Ciruelo,
de mi
libertad que es ausencia.
Un ser que
abandona su piel para volver a enfundarla
más cerca
de la carne, más ceñida, si eso
fuera
posible.
Tanto
contemplo a la palmera cerca de mi ventana
que
finalmente es ella la que me contempla.
Una palmera
abismo, sin retórica alguna.
Un vacío
dulcísimo que no quiere ser llenado
y tampoco
ser llamado soledad.
Lo espanta
mi caligrafía: la que apuesta
a la
eternidad sin saberlo y sin detenerse.
Esa vieja
eternidad del tintero involcable,
de las
flores de invierno bajo la nieve todavía,
de la
compasión sobrenatural olvidada de sí.
© Paulina Vinderman
Hermoso poema, profundo y lleno de paz.
ResponderEliminarHermoso Poema Paulina!
ResponderEliminarMarta Rosa
Gran poema. Abrazo!
ResponderEliminarcomo me gusta leerte Paulina!!!!
ResponderEliminarUn vacío dulcisimo que no quiere ser llenado....otra respiración Poeta¡¡ Gracias Sonia Rabinovich
ResponderEliminarHermoso poema con su "eternidad de tintero involcable" alcanzada.
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