INVERSIÓN
A tanto
como di, le quité precio.
Y aún así,
me juzgó la
vida tan mezquina
que no me
devolvió lo entregado
ni en
dinero sonante,
ni en
cheques,
ni pagarés,
ni letras
de tesorería,
ni en horas
de pasión.
Y ahora que
me voy,
me persigue
la AFIP con telegramas
para saldar
una cuenta contraída
en tiempos
que no recuerda mi memoria.
Y me obliga
a dejar en la aduana de salida
lo único
que tengo sobre el cuerpo:
un paisaje
soñado y perseguido,
secreto
superávit de amores
y esta
mortaja apenas balanceada.
© Marita Rodríguez-Cazaux
Contrariedades que todos compartimos de alguna manera. Muy bien expresado.
ResponderEliminar