LATITUD
En el
camposanto
la lluvia
libera
a los
demonios de la
soledad.
La flor
- cual un
arlequín de fuego-
se abre
lujuriosa
ante la
caricia
húmeda.
Su útero
despojado
de aromas
es un
puñado de
olvido.
Sentada
junto a mis muertos
me guarezco
del tiempo,
mientras la
nostalgia
en un
extraño
rictus
atenaza su
espíritu
a una
gárgola de metal.
© MARTA DÍAZ
(El Mar que habita en
mí/ imagen de internet, enviada por la autora)
Muy agradecida querido Gustavo. Bendiciones!
ResponderEliminarun bello poema oscuro
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