MIGAS
Aquel capítulo no voló,
cuando abrí el puño
tampoco había pájaro
ni alas,
apenas unas plumas cosquillosas.
Mi faena pródiga
de amor y barro
hornereando adobe para el umbral vacío
acogió la mirada y el adagio,
barrió las ilusiones con pelusa
y se reservó el derecho de admisión
a la tristeza,
la vieja esa que roba
los niños en los cuentos.
Al final, aunque cerremos el libro,
siempre quedan migas
marcando el sendero.
© Silvina Vuckovic
"Al final, aunque cerremos el libro,
ResponderEliminarsiempre quedan migas
marcando el sendero."bello!
Floralevi
A todos nos quedan huellas...
ResponderEliminarSi. Buenísimo
ResponderEliminarMuchas gracias Mariel, Adela y Flora. Abrazos
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