El extraño
Tengo un lobo boca arriba
agazapado en el estómago.
Los médicos no dan con el diagnóstico
porque no han percibido
la presencia del pequeño lobezno
que afila los colmillos
y su incipiente garra
abre el
pliegue rosado
de ese mullido albergue.
Yo no sé cómo entró a este cuerpo mío
tan
subrepticiamente,
tan cauto en su pasaje.
Lo cierto es que ningún medicamento
le hace mella: los escupe,
los vuelve
a su destino
y se sigue saciando en el dolor
dejándome tendida
sobre la blanca estepa de las sábanas.
Entonces, lentamente, yo palpo sus perfiles
debajo de mi piel
y así se tranquiliza, se anilla
y tal
vez se duerma
bajo esa caricia que le llega
como un
suave arrorró.
© Beatriz Schaefer Peña
- como un arroró -
ResponderEliminarGenial, como toda la obra de nuestra entrañable poeta argentina, Beatriz Schaefer Peña!
ResponderEliminares lo primero que leo de Claudia, pero me fascina, sobre todo el cierre, acariciar al lobezno en la estepa, teminar con un dolor con ternura
ResponderEliminarTu lobo y su aullido, que adivino como tu propio grito silencioso, necesita ser acallado, para que tu palabra siga entrando en nuestro espíritu como siempre, bella, fuerte, digna, poéticamente brillante.
ResponderEliminarSusana Giraudo
Pero no se llama Claudia!!
ResponderEliminarAtenuar el dolor con esperanza...
ResponderEliminarQué hermosa metáfora. Me imagino a ese lobezno salvaje pero a la vez indefenso y carente, que se aplaca con las caricias, como pasa con uno mismo, que alivia el dolor cuando se trata con amor y delicadeza. Me encantó. Tengo poemas con lobos internos, por lo cual estoy casi segura de que a partir de esta lectura vendrán otros. Si es así, te los mando. Un beso. Adriana Maggio (Dirbi)
ResponderEliminarQué profundidad Beatriz!
ResponderEliminarVa aplauso!
Tere Vaccaro.
que buen poema oscuro
ResponderEliminar¡Qué poesía! Maravillosa. Sentida. Profunda. Griselda Rulfo
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