Todos los días muere un carpintero
los deudos
guardan durante algunos años
la gubia y el formón
la escuadra y el serrucho
el encastre y la lima
después el tiempo pasa
y arrincona las herramientas
contra la húmeda
presencia del olvido
porque no hay espacio
no se puede guardar
objetos que recuerden
a la muerte
del que apenas se acuerdan
porque la vida sigue
y llegan otras vidas.
Todos los días muere un campesino
sus hijos o sus nietos
guardan en un galpón
el viejo arado
Las botas altas de recorrer
Los surcos
El rastrillo
La segadora
que se oxida desafiando el techo.
seguramente
en cada profesión y en cada oficio
muere alguien cada día.
Yo me pregunto
¿Qué se puede guardar cuando un poeta
se va y los creyentes sienten que emprendió algún vuelo?
¿Qué dejarán intacto los agnósticos?
¿Habrá que encerrar en algún mueble
Las palabras que usó?
¿Será importante ordenar las palabras
en su mismo orden?
¿Tiene garantizada la inmortalidad?
O el espejismo de la trascendencia
Nos impide saber
Que el final es final
Y en el costado frágil
Solo nos pesa la supervivencia.
© Beatriz Puertas
ResponderEliminarGran poema, Beatriz.
Un abrazo,
Alicia Márquez
Hermoso poema! Me encantó!
ResponderEliminarTere Vaccaro.
Gracias Beatriz por sostener la pregunta y la certeza ! Bello poema querida ❤
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