Una niña.
Apenas una niña solloza dentro
de un cuerpo de mujer.
No tuvo amparo
ante muertes cercanas.
Era sólo una niña.
Nadie dejó el cortejo para rodearla.
Nadie secó su pena.
Ninguna persona,
hasta este instante
en que mira por sobre los anteojos,
alarga su brazo en medio de un rutinario suspiro
y advierte que la mujer
cuando se mira al espejo
sonríe.
Sonríe como una niña.
© Lidia Vinciguerra
En esos momentos estamos solos y se entierran parte de la infancia y recuerdos. Sentimos esa niña que somos aunque nuestro cuerpo haya envejecido. Cariños Lidia.
ResponderEliminarMarta Rosa
ResponderEliminarBellísimo poema, Lidia!
Y además, tan real.
Un abrazo,
Alicia Márquez
Bello y real.
ResponderEliminarlindo poema, niñas...niñas somos y seremos...bello, gracias!!
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