Alguien pidiendo amor. Algo de amor, entre cortinas de papel
y veranos retraídos. Horas atascadas; mujer de tiempo breve y mirada extensa o
lejana, de enfáticas y místicas pupilas diastólicas. Su vestido pulsa el color
del agua, incontables lluvias, sombras pélvicas, y el cobre pulido de su pubis
de otras horas. Embebida en licores o flemas de viejos calendarios, de osadías
perfectas y aniversarios truncos, cruza sus manos como dos pedazos de viento,
mientras su boca quiebra una sonrisa zodiacal, tres dedos por encima del mentón
y a una era por debajo de la luna que mengua. Los arcos de sus cejas son la
prosecución de algo cuando alza la mirada, un estigma, una cadencia de números
primos y razones áureas. Una liturgia bajos las constelaciones llevan adelante
las luces de sus pómulos, afrentan la oscuridad y el silencio merodeador
sucediéndose como un canon. La mujer, de zapatos ligeros, alfombras mágicas y
duetos recónditos a manera de trabalenguas, y a pesar de haber comprimido el
aire en sus pulmones debajo de viejas chimeneas, ella, sueña con gaitas de
colmados fuelles, en la niebla de la historia, entre cipreses dormidos. Así
acuna en sus brazos ese pequeño futuro incierto. Y en esa extraña amalgama de
la vida que no se puede deshacer, un diálogo en blanco y negro se da a mitad de
camino entre el umbral frío del crepúsculo y su cabello sucio, donde se
intercalan las más diversas teorías e imágenes acerca de la realidad. Morir de
amor, acaso la más bella y también cruel manera de vivir.
© Leonardo Vinci
Hermoso y especial.
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminar¡Capo, Leo!
ResponderEliminarPasional,bueno, gracias.
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