HOLOCAUSTO
La piedra se arde de hecatombe.
Los dedos del labrador
muerden
semillas de harina
y levantan
barricadas de espigas
contra el hambre.
La cadencia marcha detrás de la armonía
en los siete gestos sonoros
que componen
la canción tan necesaria.
La misma que desde el origen
nos da la imagen
exacta de la ternura
y
nos abraza a la vida innumerable
para ser lo que somos
con esa impronta de amor
tan nido, tan
madre.
Sobre la esperanza
el algarrobo estoico
corteza y savia curtidas de soles
raíz solidaria de los
montes
se aferra indómito a la noche vieja
en la memoria vegetal de los siglos.
El poeta, dibujó una guitarra en el aire
se embarcó en un sueño
se dejó llevar por el
poema
y con una certera
estocada de silencio
lo mató la
cordura.
Cerró los ojos, no quiso ver la lluvia
se vistió de pájaro
y echó a volar.
© Reynaldo Farías
Algo de nostalgia, realidad y tristeza; un escape perfecto. Volar. Hermoso poema, cuánto simbolismo.
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