Un cristo rojo
Camina hacia atrás la mueca de la muerte. Con un soplo
muerde jirones. Ruedan los ojos por la espalda
de la noche que no lo deja en la calle. Lo lleva
a escribir en la puerta abierta sus últimos días.
No dejen que me despedacen en la morgue. Había dicho.
¿Quién se ocupará de mí cuando muera?
Sólo el canto del cisne, esa pequeña angustia, regaba con
alas
su locura fuera de tiempo. Judío y rojo.
Adoró a una virgen bohemia en el molino convertido en
violín.
No dejen que me despedacen en la morgue. Había dicho.
Y sin embargo rociaron con sus huesos los rieles
de algodón de la casa de su padre. No me dejen morir
de lo que no soy. Repitió. Yo fui dios. Yo soy dios.
Enterrado en ese infierno bello. A contravida.
A electroshock escribe el hambre respirando
preguntas.
¿Quién se ocupará de mí cuándo?
No dejen que me despedacen. Guarden mi lengua
vacía de pupilas en ese festín de buitres.
No rieguen con azúcar las calas. No se mueren
en la calle. Se mueren aquí. En el ahogo de cristo.
En la tortura que comulga el pan
de la miga pequeña.
¿Quién se ocupará de mí?
¿Quién?
No dejen que me despedacen.
No los dejen.
A Jacobo Fijman
© María Marta Donnet
Qué hermoso poema !!!Muy bueno ,felicitaciones !!!
ResponderEliminarAy...bello
ResponderEliminarGigantesco y bellisimo poema
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