LA CASA
La casa que yo sé tiene cimentos de raíces clavadas.
No hay espejos porque los cuerpos se miraban
los
uso a los otros
y nadie pedía la resurrección del eco.
En la noche se encienden los vestigios del amor
cuando el dolor se agolpa en la madera
y los relinchos de la sangre arden
en
el desorden de la ropa.
El cielo y el infierno convivieron sus costumbres
hasta desgarrar los gestos de cada ladrillo
para que tu voz emerja del olvido.
Cuando llueve, la soledad del mundo desciende
sobre
mi corazón despierto
y entonces, las ventanas,
los descarnados pisos,
todo,
empieza a derrumbarse lentamente .
© Amalia Mercedes Abaria
Oh! Cuánto hacía que no veía este poema mío, de mi primer libro de 1984! Te agradezco mucha la publicación! Un abrazo! Amalia M. Abaria
ResponderEliminarMuy lindo texto
ResponderEliminarHermoso, Amalia
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