Llueve,
la lluvia abre los dedos del otoño,
de su mano voy a huscarte,
parece rara la bondad del agua,
tiene la pulcritud de una sonrisa
diminuta ya de veranos
oculto en un reloj inmenso
está el destino,
el pasado de ahora
y el presente de siempre,
y yo qué siempre quise morirme de una vida
sostengo la lluvia
para armar una balsa,
hubiese sido un hombre perdiendo las estrellas
y ahora las heridas me siguen,
atraviesan mi garganta,
no temas amor,
nadie muere de un verso en carne viva.
© Andrés Lazcano
García
La lluvia sabe transportarnos a lugares tan intensos, impensados como éste... me gusta este texto palpitante, sangrante.
ResponderEliminarClaudio Simiz
tiene la misma belleza de la lluvia acompasada de otoño. susana zazzetti
ResponderEliminarLa lluvia que te va llevando por distintos estados de ánimo, dicho así , con esas imágenes, atrapa.
ResponderEliminarUn abrazo
Betty
Hola Andrés : tu río lírico es una navegación maravillosa de dolores y gozos, de sensaciones que nos tocan y nos doblegan. La imagen de Gus refleja esa lluvia de sensibilidad que nos regalaste, ese doloroso ser en el mundo, con una mirada lúcida. Maravilloso poema Irene Marks
ResponderEliminarPrecioso "verso en carne viva".
ResponderEliminarMil gracias Gustavo por la oportunidad y gracias a todos por los comentarios, un abrazo!!
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