LA MEMORIA DE LOS AUSENTES
El corazón es una fosa común;
aquí yacen, en sepia, mis mayores
iguales,
y menores:
mi primer amigo Jorge Eliécer...
(primero se
conocen amigos)
mi primera novia Janethcita
(dijeron que
había muerto de comer mango biche)
Después fue mi abuelo José Dolores
que me legó su arte de contar y su ternura,
mi abuela Mercedes
(cucaracha de iglesia)
que me legó su fe en Dios.
Y María mi madre, o el amor incondicional, el decoro y la
dignidad
y Homero mi padre o el valor y sentido de la
responsabilidad;
Están también mi tío Fabio, el adonis, el tahúr, el filósofo
y mis tías Alba, la dueña de la finca;
y Marielita, la menor que amaba las artes y era mi cómplice
y Aura, la garza guerrera que duró cien años...
Y desde luego, están mis primos: Liliana, a quien no conocí,
habiendo muerto
de un ataque de lombrices, antes de cumplir los tres,
cosas del atraso (...tú lo sabes!)
Darío, Alfredo y Omar López Pérez, abogados
los tres asesinados en ejercicio del derecho,
y Nercy Giomar, la hija póstuma de Omar el tío de dos metros
muerto de un tiro en el entrecejo hecho por un
"Pájaro"
(en la
Violencia, de los años sin cuenta)
ella sí, de muerte natural
(todo un
privilegio en mi país, ya ves)
Y después está Leonel, un compañero de estudios
militante de izquierda y atrozmente desaparecido hace años,
y tantos más que aguardo desde la memoria de mis sueños;
y Jaime Sanabria, el poeta, que murió ayer porque tenía
el mango grande y muchas ganas de cantar a coro y vivir
(como cualquier condenado)
Y los dosmil compatriotas desenterrados esta mañana
que yacían en una fosa común,
caóticamente acumulados unos sobre otros,
asesinados por Caín...
(Habría que
ver la foto)
a quienes no conocía, pero igual pesan en mi pesadumbre.
Y los que seguirán siendo arrojados en la memoria
del corazón:
Esa fosa común.
© Walter Mondragón
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