Sed
Un verso que cale los huesos,
que desgarre la voz al repetirlo;
pero eso sí,
un verso que termine en agua.
Diego José
Sin norte preciso
deambula por las calles.
No tiene nombre,
sólo un rostro envuelto
en la maleza oscura de su barba.
Un semáforo intermitente
pincela las últimas hojas del otoño
y él cruza por la senda
con su bolsa de nailon.
La madrugada entumece el tiempo.
Los vehículos traccionados a sopor
y los pasos del errante se extravían
como el aullido de un perro
que divaga entre los recovecos de la noche
sin agua.
© Darío Falconi
Hola Darío: dolorosísimo y certero poema que pinta una realidad por desgracia demasiado conocida por todos.Conmueve porque no hay golpes bajos y el desamparo del "errante" con su "bolsa de nailon" cobra la dignidad del que permanece fiel a su esencia. Lo expresaste con sensibilidad y ternura Irene Marks
ResponderEliminar"el rostro envuelto en la maleza oscura de barba", al andar que vacila y EL AGUA, qué importante. Quedé conmovida por esa realidad palpable; por la palabra y la ilustración.
ResponderEliminarUn placer enorme encontrarte, Darío.
Un abrazo
Betty
Duele la forma en abandono, la precisión del momento, la desgarradora imagen y la infinita miseria del habitante de la noche con su nombre loco: “Jacundo”
ResponderEliminarDoloroso desamparo el de la ciudad. Muchas gracias Darío!! Raquel Jaduszliwer
ResponderEliminarMuy bello
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