Doy cuenta del
dolor
III
El milagro
de ver caer la lluvia horizontal con la sudestada,
de estremecerse con los sueños,
de atreverse a la luz
de las ideas, y
que las glándulas produzcan felicidad
son manjares de la tierra
como las sombras de la duda y el cielo celeste del sur.
A los poetas no les basta con escribir el dolor.
Al mirar el crujir de las hojas
que flotan en el espacio,
que respiran y se agitan con el viento, y
que el tiempo sigue a pesar de los juegos robados
sí, en esos instantes, sorprende reponer ecos de voz
y sobrevivir.
Por favor,
dejemos de contar
cien, doscientos, trescientos… mil… dos mil… y que más. No es
bueno.
© Estela Barrenechea
Poema fuera de serie que juega a las escondidas. aprovechando la bisemia del lenguaje, que no hace lo que dice que va a hacer porque hay un dolor sin nombre. a
ResponderEliminarEstela, aquí se aprovecha la disemia del lenguaje y, aunque -según Borges - los poetas seamos propensos a la elegía, preferís contar otra cosa. Es que hay un dolor sin nombre. El poema juega a las escondidas consigo, con el título y habla de las hojas perdidas que todavía quedan. Es un poema fuera de serie que con palabras exalta el silencio. Es la primera vez que veo un procedimiento similar. Un abrazo Isabel Llorca Bosco