Un soplo de amargura
La crecida nos interpela
nos pregunta qué hicimos, qué hicieron.
Todas las inundaciones son grises y marrones,
mientras somos parte de una cifra,
de una estadística miserable
haciendo agua por todos lados.
Las ilusiones y los sueños
se ahogan
mientras el agua sube por escalinatas,
calles y conciencias.
Desde el auto veo muñecas calvas flotando,
ojos abiertos, árboles pelados.
El lodazal oculta la esperanza
y hay familias sin consuelo.
Hasta mi memoria está anegada.
No admite que hay un dolor de siglos
en las aguas impuras
Y aquella mujer, que se quedó vacía
saca con sus manos la tristeza del agua
con la resignación del que pierde todo.
Hay olor a selva concentrada.
Un soplo de amargura. Un salmo en el viento.
Y el gemido de la impotencia que desarma.
© Juan Carlos Rodríguez
Desoladoramente cierto.
ResponderEliminarExcelente poema, la desolación, el dolor.
ResponderEliminarAbrazo
Elisabet
Excelente poema. No sólo denuncia. Refleja el momento y el después, las consecuencias, de las crecidas. La angustia e impotencia de los que ya nada tienen.
ResponderEliminarGracias, amigos, por sus comentarios!
ResponderEliminarJCR