Es cruel la mañana.
Está oscuro, Padre.
Alguien vierte vinagre sobre mis llagas.
el cielo se hunde en la cabeza del soldado,
su lanza me persigue, busca en mí tu presencia,
pero tú no apareces,
Padre.
Vino, mirra y el sueño desbocan tu abandono.
No he de beberlos, Padre.
Quiero morir sabiendo que estoy vivo.
La flor que acecha al hijo duerme otro sueño,
en tanto yo, Padre,
recorro los últimos minutos de lo que no comprendo.
© Hugo Francisco Rivella
Me gusta tu forma e imágenes para ese último instante de Jesús que puede compararse con el sabor amargo de perder lo único que nos pertenece
ResponderEliminarPatricia Corrales
Bella oración de búsqueda
ResponderEliminarUn abrazo Graciela Barbero
Genial, un tema absolutamente original. Habrá que seguir tus letras.
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