LO QUE SIGUE (una versión alternativa)
Cuando el invierno al fin pasó, los hambrientos perros de un
cazador errante, encontraron a Acteón inmóvil en el bosque.
Tenía las manos deformadas por las caricias que, aún
entumecidas, seguían sobrándole en los dedos.
Y más allá del empalidecido horizonte de sus labios, apenas
delineados ya, un río seguía fluyendo incontenible. Se remontaba al Caos y a
las tinieblas.
El ser sin lenguaje es nadie. El lenguaje sin ser es nada.
Como Áyax, hay quienes se marchitan; como Ulises, hay
quienes se esfuman. Y como Penélope o Nausicaa, hay también quienes esperan. O
no.
Acteón murió ahogado por sus besos ausentes.
Cuando los perros llegaron hasta él, tenía una sonrisa
calma, apenas insinuada. Apartándolos,
el viejo cazador se detuvo un momento; y, en un imprevisible gesto de piedad,
le cerró los ojos.
Desde el fondo de los siglos, Acteón pareció agradecerle.
Diana ya no se escaparía por ellos.
Iluminándolos, el sol comenzaba a entibiar otra vez los
viejos árboles. Ya era hora.
© Osvaldo Burgos
Que hermoso poema !!!!!!!!!!!!
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