HORFANDAD
Ahora, cómo calzar el guante...
Tan pequeñito guante para esta mano
que ya no es mano.
Agarrotada,
la palma extiende las falanjes
y aprisiona -inútilmente-
la mano imaginada,
sube hasta el brazo, el hombro,
espalda, torso, nuca,
el cuello ladeado, el pelo claro,
el beso humedecido de la dicha.
El abrazo al sol del mediodía.
Muerte le dieron los años del espanto
a la caricia que apretaba
el infinito de sueños
en un guante.
Perdido un guante,
de qué me sirve tener estas dos manos.
© Marita Rodríguez-Cazaux
ResponderEliminarBellísimo poema, Marita, que te escuché decir en nuestro café.
Un abrazo,
Alicia Márquez
Buen tema y tan regiamente utilizada la imagen del guante que enaltece el poema.
ResponderEliminarUn abrazo
Betty
Gran poema!! Sí!
ResponderEliminarBesosss
Bello poema, muy significativo.
ResponderEliminarAbrazo
Elisabet