Nunca pudiste apagar el cigarrillo
que encendió tu
muerte
fumaste y fumaste hasta taponar tu dolor
en las arterias
por qué nunca se te ocurrió
comprar una aguja
y tejer una manta de penas
para tapar al perro
que duerme a la intemperie
tenías que quedarte cada noche
con el humo en el camisón
para llevarte a la cama
ese pedazo de supervivencia
que te hizo invisible
ante los ojos de Dios
y de tus hijos.
© María Fernanda Regueiro
Muy duro. Muy certero. Mucho más efectivo que las figuritas de los paquetes de cigarrillos, y no es chiste.
ResponderEliminar