[El
vértigo]
El
vértigo, la elipsis del poema,
su modo
de caer desde el oído
al
territorio oscuro de los nombres
es una
ausencia roja y calcinada,
la
falta en la que el cuerpo se desquicia
y
siente la espontánea desazón
del
quiste atravesado como un palo,
ganglioma
en el que cede la salud
y trae
su perturbada partitura
de
antílopes y peces diminutos.
También
de las noticias cotidianas:
una
mujer que corre en los pasillos
y deja
su alarido y su centeno
pegado
a diez centímetros de corte
(el
hacha siempre guarda su inocencia
primera
y reluciente en su furor),
las dos
niñas siamesas con un solo
inmenso
corazón por compartir
que
niegan el principio solitario
de que
hay un corazón en cada cuerpo
y sin
embargo así no sobreviven,
estampas
convencidas de los dioses
y una
alegría seca y esquinada
porque
hoy también el sol prendió su antorcha.
El
vértigo, la elipsis del poema
arranca
una luz rota de sí mismo
y
comparece absurdo, imprescindible
cuando
el beso se vuelve insuficiente
y viene
el corazón con su tormenta
a traer
las animalias de la noche
que
arrancan y devoran los olivos,
la
grana en que reside nuestro fuego,
aquella
como torre de timón.
© María
Ángeles Pérez López
Imágenes fuertes que hacen aun más bello al poema
ResponderEliminarGraciela Licciardi
hermoso!!! saludos mariangeles!!!
ResponderEliminarMariana Vacs