Lloro bajito, con un murmullo de hierbas en el viento.
Toco la tierra: mi madre.
Soy una semilla más
que ha soñado en las sombras tener huellas.
Lloro bajito sobre la rasgadura de su vientre,
sobre su océano de silencio,
sobre los ínfimos seres que han sido paridos
y aún endebles sobre la corteza, avanzan.
Riego a mi madre en su letargo.
La beso con mi arroyo de adentros,
con mi mudez que ruge, con mi anhelo.
Lloro bajito para no helarla de miedo,
para no helarme de miedo,
para darnos tiempo de saber que mi vida no daña,
que mi amor es una llovizna dulce,
un deseo de caricia sobre su dolor.
No puede abrazarme la madre dormida.
Su corazón no atraviesa la niebla del olvido,
no distingue detrás mi corazón que late.
Lloro bajito. A veces, no sé cómo, mi llanto se abraza a la
música
y pareciera que canta ésta que apenas soy.
Me crece un pétalo de acunar,
otro de luz de pájaro,
y el último, inexplicable y recién tejido, de resistir y
amar.
Llora y canta bajito
este pequeño jardín.
© Amalia Zacoutegui
ResponderEliminarEste poema tiene el poder de llevarlo a uno a preguntarse sobre su lugar en el cosmos, en la madre tierra, en el instante, y nos recuerda el linaje de milagro que tiene vivir en medio de olvido cotidiano.
Grande.
Felicitaciones
W.M.
Muchas gracias W.M.! Qué lectura tan interesante!
EliminarUn cariño!
Desde la ilustración atrapa; y el poema recorre la madre-tierra casi como un himno.
ResponderEliminarAbrazos
Betty
Hermoso poema,profunda mirada... Emociona!!
ResponderEliminarEs bellísimo!!
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