Al dios de ese país
lo mantienen cautivo
para protegerlo de sus fieles.
Y así evitan que se enrede
en vanas disputas.
La naturaleza de esa gente
es la desconfianza,
y con estudiada simpatía
ocultan su violencia.
El dios prisionero
no debe preocuparse.
Esa tierra es generosa
y les permite
una permanente contienda.
Con astucia
devuelven cada golpe
a sus gobernantes.
Los extranjeros no comprenden
sus risas ni sus lamentos,
pobres de ellos
que a cada cimbronazo desesperan.
En un país así
un dios no debe andar suelto;
corren el riesgo de perderlo.
© Jorge Santkovsky
Qué poema profundo... en él se describe la realidad de un país y todas las oscuridades
ResponderEliminarGraciela Licciardi
Gran mensaje.
ResponderEliminarMuy bueno.
Extraordinaria reflexión!! Los tres últimos versos(bellísimos) cierran el poema con una puerta abierta al mea culpa!! Me encantó.
ResponderEliminarVilma Sastre