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28/12/16

Texto de Osvaldo Burgos


 LA ESCENA PRIMORDIAL

Nada hay más frágil que un niño cuando nace. Nada hay más débil que un viejo cuando muere.
Zeus no concibe fragmentos, ni interrupciones abruptas. Solo pliegos, señales, traspasos.
Tras las ventanas amarillas de los hospitales, cada noche, legiones de Sócrates sin escribas miran la cicuta, y no se atreven. 
Cada mañana, un Ulises llega a la isla de los lotófagos. Y después de la odisea del dolor, su madre prorrumpe en una calma que ya no volverá a tener; pero él no puede verla, todavía.
Entre la mujer que recordamos y la que nos imagina, solo hay un mismo abrazo suspendido.
Cuando el viejo llegue a ser lo suficientemente niño, se dispondrá a morir. Cuando el niño sea tan viejo como para nacer, recomenzará el rito.
En el origen del origen, túmulo, cueva, útero, eran una misma y única palabra.
Lo que niega la vida no es la muerte; sino el miedo.

© Osvaldo Burgos

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