Certeza
La muerte no se llora en remolinos de certeza.
Sucede —casi siempre— en medio de arrebatos
de una alegría a otra
se calla y fecunda en el centro del miedo.
La vida es una grieta de luz
que transcurre entre el negro más puro
y la oscuridad infinita.
Vivimos encendiéndonos estertores
no lloramos porque estamos mudos
y —como música de cajas huecas—
queremos escapar del cuerpo buscando alivio.
La muerte anda por ahí burlona
aguijonea eso que nombramos ausencia
es quien manda a otros a que vistan el cuerpo.
Entonces tememos no ser rozados
abrazados ya por nuestros hijos.
Conjeturamos, tarde, otros finales
como dueños de esa vida que compartimos
—tiempo y espacio—.
Huimos, esquivamos
nos plantamos arrogantes desvalidos
ante nuestra propia vida.
Si acaso contuviera ese mohín
que no llora o se llena de argumentos:
ante nosotros, los otros
y el único con una certeza.
Creemos vivir
un espasmo
un cortocircuito
un infarto en la carrera entrecortada por el sueño
como ese del que despertamos
preguntándonos si es cierto
si seguimos vivos
o acaso fuimos nosotros.
Y descubrimos que la muerte puede ser
ese instante luminoso
que sucede tras el negro y largo rato
que alguien nombró vida.
La muerte vive y es la única certeza.
© Carolina Zamudio
La muerte, es parte de la vida. Aunque cueste tanto entenderlo.
ResponderEliminar