Con los años advierto que la emoción
no es más un cuarto o un cerco,
sino un leve telón, un perfume
–apenas una sábana de tul-
que en un momento punzante me traspasa
y se desvanece luego, hasta alejarse.
La veo tendida allí, casi una nube de luz
chisporroteante,
desde esta inalterable serenidad
donde germinan los hondos sentimientos.
Aquellos pocos que no
van a morir.
© Graciela Perosio
qué bueno, Graciela, lo que trasciende muy bien delimitado, muy bueno el poema
ResponderEliminarclelia
Bello, abrazo, Graciela.
ResponderEliminar