LA NIÑA TIENE MIEDO DE SU PADRE
que está de espaldas a ella.
El padre anhelaría volver la cabeza
hacia el rostro
de los que susurran su destino.
La anciana separa los granos buenos
de los muy buenos
y deja los malos para la vecina.
El cielo se desplaza de derecha a izquierda
como un film tras una ventana de utilería;
al fondo del cielo se ven –disminuidos
por la perspectiva –los altos picos de los Andes.
© Eugenia Cabral
silenciosos testigos, los picos de los Andes. Nada cambia porque todo esté en el mismo lugar. La rutina reinicia ad-infinitum su giro en el miedo de la niña, y más, y más. Bello marco para el muestreo sesgado de las miserias humanas.
ResponderEliminarAbrazo, Marta Ortiz
Todo lo que rodea al miedo de la niña.
ResponderEliminar
ResponderEliminarqué bien, si Existe una escritura femenina, es es la tuya.
muy bien
W.M.