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14/6/16

Prosa de Isabel Llorca Bosco


HOMENAJE  SOMBRÍO

     Leído Moulin Rouge, mi imaginación adolescente empezó a dar vueltas. Aborrecía el baile, pero mi molino giraba por los cafés de París donde lavanderas semejantes a la Goulue, alcanzaban contrato como bailarinas y se resarcían del frío y la humedad de toda  la semana. Con brío, sexo, rabia, sus movimientos rítmicos inquietaban a los hombres. Con mucha ropa y a la vez desnudas, levantaban alto la pierna entre vapores de gasas lilas y rosadas.  remolino que se volvía rojo y los llevaba al delirio. 
      Toulouse, siempre a la vanguardia pero despacito, con bastón y pinceles, cruzaba arrastrando la pierna. Mitigaba sus dolores con coñac, que lo habría de llevar al delirio más tremendo.  Harto del castillo y del profesor de pintura que insistía cada mañana en que copiara distintos ángulos del capitel de una columna —que presupongo dórica— en color tierra de siena, pudo escabullirse de su madre, la condesa, e ir al barrio latino. Había irrumpido el impresionismo con el inusitado manejo de la luz colores brillantes, el jaspeado de la textura, claro que a costa de no ser admitidos en el salón académico por desprolijos y amantes de colorinches. Pintores como Van Gogh, Degas, escritores como Oscar Wilde fueron sus amigos. Y yo pensaba en el valor de la independencia en esos mediodías fríos y soleados. como cuando Toulouse Lautrec en una fonda saboreaba la mala comida en peor vajilla y se sentía feliz
     En Montmartre instaló su estudio. Tenía un rostro agradable, torso de hombre, y unas piernas cortitas de niño de doce años. Con miedo se atrevió a llevar a una prostituta a su atelier.  Y por primera vez comprobó que no era diferente de los otros. Que ella no lo había rechazado y menos después. Ningún sitio se cerraba ya para él. Entraba en los prostíbulos y en un café de lesbianas y se ponía a pintar las verdades que se decían en voz baja.
        No faltó quien pensase que las muchachas que bailaban tan bien merecían ser más exhibidas, en fila, levantando la pierna al ritmo del can-can. Y nació el cabaret Moulin Rouge. Toulouse se encargaba de los carteles para difundirlo, dibujaba un boceto y se concentraba en la expresión del rostro. Así con la Gouleu, Jane Avril, amiga del dibujante, con la desvergüenza de sus cabellos rojos y su extraordinaria flexibilidad. Pero también pintó su decadencia, la de actrices, modelos de pintores, recitadoras, con los ojos oscurecidos por el knoll y la luz de la noche. Sombrío homenaje que eternizaba a la mujer, que le había demostrado que no era distinto de los otros.

© Isabel Llorca Bosco

Imagen enviada por la autora del texto

8 comentarios:


  1. Qué grande poema, y felizmente feminista. Se necesitaría ser mujer para mirar con tanta perspicacia esos dibujos del maestro.
    Muy bueno, gracias.
    Walter Mondragón

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  2. Bellísimo recorrido por esos paisajes y personajes decadentes e inmortales. Algo de ellos late en nuestros genes.

    Claudio Simiz

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  3. El gram Toulouse y su vida entre la desdicha y la felicidad del libre albedrío, la consumación de un hombre fiel a sí mismo y a su arte. Gracias, Isabel. Un abrazo, Inés L egarreta.

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  4. Rescata la capacidad de lucha, de saltar el límite que da una ostensible falla, frente a un mundo capaz de devorar a quien se atreve, a cambio de dejar la invalorable herencia de su talento, tu texto es entrañable y se desliza en poético homenaje.

    Clelia Bercovich, con un abrazo para vos

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  5. Beatriz Minichillo19 de junio de 2016, 1:29

    Precioso retrato de una epoca con imagenes coloreadas y auditivas que nos hacen recordar a la pobreza disfrazada de magnifiscencia

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  6. Excelente texto poético/histórico. Sapiencial desde los detalles históricos y rico en contenidos. Bravísimo.

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  7. Conocimiento histórico y maestría en letras.¡Lujo!
    Saludos Isabel
    Anahí D.Bezoz

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  8. Una mirada íntima y de enorme sensibilidad es quien realiza este recorrido por el universo de Toulose. Una intensa mirada a la distancia, como desplegada por los ojos de la ausencia y a la vez, tan cercana a su mundo, a ese espacio de Montmartre. La textura y colores de la tela, las historias contadas con pinceladas fuertes y de compromiso poniéndoles la voz a quienes eran silenciadas por la hipocresía de una época o de varias...Todo esto está recuperado por tus muy bellas letras Isabel.
    Entonces, como bien dice el texto "ningún sitio se cerraba para él..." y " sombrío homenaje que eternizaba a la mujer..." así, yo leí tu trabajo pero no a través de las sombras, sino dentro de la luz de la verdad.
    Gracias por compartirlo. Admiro la obra de Lautrec y tu texto me pareció una pintura con palabras.
    Abrazo
    Hilda Díaz

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