HOMENAJE SOMBRÍO
Leído Moulin Rouge, mi imaginación adolescente empezó a dar
vueltas. Aborrecía el baile, pero mi molino giraba por los cafés de París donde
lavanderas semejantes a la Goulue, alcanzaban contrato como bailarinas y se
resarcían del frío y la humedad de toda la semana. Con brío, sexo, rabia, sus
movimientos rítmicos inquietaban a los hombres. Con mucha ropa y a la vez
desnudas, levantaban alto la pierna entre vapores de gasas lilas y rosadas. remolino que se volvía rojo y los llevaba al
delirio.
Toulouse, siempre a la vanguardia pero despacito, con bastón
y pinceles, cruzaba arrastrando la pierna. Mitigaba sus dolores con coñac, que
lo habría de llevar al delirio más tremendo.
Harto del castillo y del profesor de pintura que insistía cada mañana en
que copiara distintos ángulos del capitel de una columna —que presupongo
dórica— en color tierra de siena, pudo escabullirse de su madre, la condesa, e
ir al barrio latino. Había irrumpido el impresionismo con el inusitado manejo
de la luz colores brillantes, el jaspeado de la textura, claro que a costa de
no ser admitidos en el salón académico por desprolijos y amantes de
colorinches. Pintores como Van Gogh, Degas, escritores como Oscar Wilde fueron
sus amigos. Y yo pensaba en el valor de la independencia en esos mediodías
fríos y soleados. como cuando Toulouse Lautrec en una fonda saboreaba la mala
comida en peor vajilla y se sentía feliz
En Montmartre instaló su estudio. Tenía un rostro agradable,
torso de hombre, y unas piernas cortitas de niño de doce años. Con miedo se
atrevió a llevar a una prostituta a su atelier.
Y por primera vez comprobó que no era diferente de los otros. Que ella
no lo había rechazado y menos después. Ningún sitio se cerraba ya para él.
Entraba en los prostíbulos y en un café de lesbianas y se ponía a pintar las
verdades que se decían en voz baja.
No faltó quien pensase que las muchachas que bailaban tan
bien merecían ser más exhibidas, en fila, levantando la pierna al ritmo del
can-can. Y nació el cabaret Moulin Rouge. Toulouse se encargaba de los carteles
para difundirlo, dibujaba un boceto y se concentraba en la expresión del
rostro. Así con la Gouleu, Jane Avril, amiga del dibujante, con la desvergüenza
de sus cabellos rojos y su extraordinaria flexibilidad. Pero también pintó su decadencia,
la de actrices, modelos de pintores, recitadoras, con los ojos oscurecidos por
el knoll y la luz de la noche. Sombrío homenaje que eternizaba a la mujer, que
le había demostrado que no era distinto de los otros.
© Isabel Llorca Bosco
Imagen enviada por la autora del texto
ResponderEliminarQué grande poema, y felizmente feminista. Se necesitaría ser mujer para mirar con tanta perspicacia esos dibujos del maestro.
Muy bueno, gracias.
Walter Mondragón
Bellísimo recorrido por esos paisajes y personajes decadentes e inmortales. Algo de ellos late en nuestros genes.
ResponderEliminarClaudio Simiz
El gram Toulouse y su vida entre la desdicha y la felicidad del libre albedrío, la consumación de un hombre fiel a sí mismo y a su arte. Gracias, Isabel. Un abrazo, Inés L egarreta.
ResponderEliminarRescata la capacidad de lucha, de saltar el límite que da una ostensible falla, frente a un mundo capaz de devorar a quien se atreve, a cambio de dejar la invalorable herencia de su talento, tu texto es entrañable y se desliza en poético homenaje.
ResponderEliminarClelia Bercovich, con un abrazo para vos
Precioso retrato de una epoca con imagenes coloreadas y auditivas que nos hacen recordar a la pobreza disfrazada de magnifiscencia
ResponderEliminarExcelente texto poético/histórico. Sapiencial desde los detalles históricos y rico en contenidos. Bravísimo.
ResponderEliminarConocimiento histórico y maestría en letras.¡Lujo!
ResponderEliminarSaludos Isabel
Anahí D.Bezoz
Una mirada íntima y de enorme sensibilidad es quien realiza este recorrido por el universo de Toulose. Una intensa mirada a la distancia, como desplegada por los ojos de la ausencia y a la vez, tan cercana a su mundo, a ese espacio de Montmartre. La textura y colores de la tela, las historias contadas con pinceladas fuertes y de compromiso poniéndoles la voz a quienes eran silenciadas por la hipocresía de una época o de varias...Todo esto está recuperado por tus muy bellas letras Isabel.
ResponderEliminarEntonces, como bien dice el texto "ningún sitio se cerraba para él..." y " sombrío homenaje que eternizaba a la mujer..." así, yo leí tu trabajo pero no a través de las sombras, sino dentro de la luz de la verdad.
Gracias por compartirlo. Admiro la obra de Lautrec y tu texto me pareció una pintura con palabras.
Abrazo
Hilda Díaz