ENTONCES RESTREGABA CON JAZMINES
de opulencia africana las siete lunas del cuerpo:
no cabía en el guante de la abadesa.
Fui capturada entre desfiladeros;
nigromantes de piel vacía
treparon por mi espalda, me hablaron al oído.
Y presencié danzas conmovedoras,
mareas de palabras,
imágenes crucificadas, caballos que murmuran...
asistí a ablaciones de clítoris,
comieron pezones servidos en magnolias,
vi una hamaca hecha con trenzas de todas las razas,
libros encuadernados con la piel de sus autores...
el tiempo ofreció transparencias de olvido.
No sé.
Ya no recuerdo cómo era ir
-entre albores fragantes-
a la orilla de los milagros.
© Eugenia Cabral
tremendo mensaje tu poema, una obra de pie. susana zazzetti.
ResponderEliminarOtras vidas y siempre la poesia. Un placer leerte Eugenia.
ResponderEliminarBELLÍSIMO EN SU TENSIÓN DEL LENGUAJE Y LA IMAGEN... PAOLANTONIO
ResponderEliminarQuerida Eugenia, me gustan esos libros tan bien encuadernados y todo el poema!!
ResponderEliminarUn abrazo.