EL TELEVISOR
Aprieto ese botón y la pantalla
muestra su prepotencia de imagen y sonido.
Alguien da su opinión más que fundada
del último suicidio.
Cambio
y pruebo.
Pero un pariente de otro casi llora
por una canallada
y pide más seguridad y muerte.
Dudo y cambio.
Parece que es la hora de las rencillas clásicas
cuando la gente de cartel va a divorciarse
y lo hace por televisión.
No me resigno.
Ahora no es un divorcio es una riña
entre dos figuritas que no valen
juntas ni separadas este empeño
de acaparar el tiempo de quien mira.
Paso y compruebo
que es la pantalla alerta que tenemos.
La que pide la gente. Eso me dicen.
Juro que no me preguntaron nada.
© Rafael Vásquez
A nadie nos han preguntado, Rafael. Y nos han invadido, nos han sacado la tranquilidad y la alegría. Nos han manipulado el pensamiento. A algunos. Eso han querido. ESo quieren. A eso se dedican. Lo cierto es que es tan fuerte la tecnología que su invasión mayor, después de trastocarnos los valores, es invadirnos el poema. UN abrazo y mi admiración. Isabel Krisch
ResponderEliminar