Me dejé un sueño sobre tu cama
¿o fue en la mesa donde leímos las cartas
de Abelardo y Eloísa?
Olvidarlo implica tanta confianza que
no volveré por él; ya sabrás qué hacer
(incluso perderlo entre las botellas del lavadero)
y aunque no lo sepas, la noche que pugna
por entrar a tu casa hará que lo recuerdes.
Era más dulce y más oscuro que el jarabe de arce
de Nueva Inglaterra
y tenía una inteligencia gastada.
Era diminuto, espinoso, difícil.
Como nuestros encuentros, como la dificultad
de tragarnos la gravedad, los demonios, las voces
del crepúsculo.
No era el Paraíso ni era volar un puente
a medianoche.
Ni un país de nieve,
ni una cuchara generosa.
Era de ébano, de oboe, iba descalzo.
Era arrojar una palabra a la oscuridad
y "escuchar qué clase de ruido regresa.
Como un fundidor que da un golpe a la campana:
¿está agrietada o está entera?". *
© Paulina Vinderman
Paulina: un poema que deja pensando. Hay encuentros ( o desencuentros) tan difíciles de poner en palabras y sin embargo, qué magistralmente lo hacés.Como cuando decís: "como arrojar una palabra a la oscuridad y escuchar qué clase de ruido regresa".
ResponderEliminarUn poema con ciertos matices que hicieron de la lectura algo muy placentero, a pesar de lo espinoso del tema.
Abrazo en la poesía.
María julia Druille
" arrojar una palabra a la oscuridad" ah ¡¡ cuánto simboliza!! susana zazzetti.
ResponderEliminar"como arrojar una palabra a la oscuridad y escuchar qué clase de ruido regresa". Cautiva! Saludo afectuoso. Mary Acosta
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ResponderEliminarEste poema con su plan onirico, goza de la virtud de los poemas que basan en la sinestesia su expresividad, y lo logran. me gusta mucho.
Walter Mondragón
Me encantó tu poema y esa pregunta del comienzo. Abrazos.
ResponderEliminarEl poema de Paulina tiene un código. Es un mensaje al otro que compartió la mesa, Nueva Inglaterra, la casa, el crepúsculo, la cama? No importa la pesquisa, sí, el mensaje de complicidad y ese sueño.... Gracias por la calidad de tu poema, Paulina. Isabel Krisch
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