Fuimos hijos de un tiempo
que sembró el vértigo
la fatalidad como relámpago
la noche que construía
la soledad y el espanto
la indignidad
el desprecio
la cárcel y el hambre,
vimos
desfilar sombras por
esquinas
mientras los ojos
quedaban
prisioneros de la ausencia
la urgencia
era romper el silencio
desgarrar el aire
descubrir nuevamente
los nombres que asomaban
volver
a ser la voz de
otros,
sus manos, su vuelo
el sueño
de esa calle
de ese sendero
volver a ser
a pesar de la lágrima que asoma.
© Florencia Lo Celso
Sobrecogedor.
ResponderEliminarMe sentí muy identificada. Muchas gracias Florencia. Me encantó !
ResponderEliminarGracias, es una generación que vivió y liuchó poeticamente. susana
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ResponderEliminarGran poema, y de verdad muy intenso.
Con admiración
Walter Mondragón