ALGUIEN
LEE
tengo
la boca llena de tierra...
Pedro
Páramo
He
anhelado el canto,
el
canto para barrer la sombra, el canto para recoger mis pasos:
Las
calles de la huída, las esquinas del amor, las ciudades del camino.
El país
de la muerte, el país del retorno, el país del agua.
Ríos de
la infancia: hierbas voces árboles.
Caminos
del deseo: iluminaciones silencios despojos.
Y el
mismo volcán de sangre en la boca, el mismo páramo calcinado bajo los pies.
Un
vendaval de ojos, de carne, de música y de huesos.
Los
mismos torrentes resecos de muertos que cantan con las voces de la infancia.
He
buscado esos cantos en los árboles que huyen,
en los
ojos del miedo de los niños del camino.
A veces
les veo en las grietas de la furia y del dolor.
A veces
en las letras despedazadas de los muros callejeros.
Cantos
del sueño y de la muerte y de la mano dormida.
Cantos
sin voz o apenas suspendidos en volátiles hilos cerebrales.
En las
noches de junio,
cuando
Castor y Pólux cruzan con su luz mítica el cielo atormentado de la memoria,
oigo su
música caer de la oscuridad como frutos podridos.
Y en
las tardes de agosto, cuando las cometas y los faroles de aire y de papel de
china
valsean
sobre el valle de las garzas y los pellares, su martillo de palabras
azara
el sopor de la siesta con los incendios del viento y el vuelo de las cenizas.
Sus
trazos negros rayan mi mente al amanecer de enero,
bajo la
inmensidad del cielo, en los amaneceres azules de la sabana sin nubes
y la
quietud de las nieblas heladas que cubren mis zapatos
entre
la hierba atemorizada.
Más
allá del sueño y de la montaña, veo crecer esos cantos en las orillas del
río-mito,
bajo un
cielo cultivado a la sombra de todos los verdes de la selva.
Están
en la danza del abuelo Kumú que atrae con su rumor de cuarzos y semillas
la
balsámica intención amarilla del sol al conuco del alma.
Y están
adentro de mi cráneo, cuando la serpiente de luz une los abismos fractales
de mi
rústico cerebro con el zumo ancestral de hojas y bejucos.
Son el
son de la maraca que equilibra el mundo
y los
murmullos melodiosos que guardan el pensamiento.
Los veo
ahora muy arriba de mis ojos, en el vuelo de las tumbas del aire:
el
grajo mortecino de los gallinazos esparce por el cielo en su danza circular
el
tejido mineral de mis nervios.
Ese
vuelo danzado es el canto. El canto está donde están mis muertos.
¿Pero
dónde están mis muertos?
He
anhelado el rumor de sus canciones en mi palabra.
No su
memoria escrita entre la hierba por larvas, coleópteros y microscopios.
Si no
la memoria viva en unas letras, un tono, un ritmo, una canción
para
cantar en la tumba de las noches con platos y flores y aguardiente.
Voy de
vuelta. He anhelado el canto de la luz del regreso en el fragor del agua.
Quizá
nada regrese de mí ni de ellas y ellos.
Quizá
sólo los dientes de los muertos aren la tierra sobre los huesos rotos.
Quizá
no hay palabra que descifre con su música inútil
el
sentido de esta muerte sin borrachera, sin ceremonia y sin cantos.
Sin
tierra en la boca de los muertos.
Ya cae
la tarde de todas las tardes.
Ayer
huyó de aquí el hombre de la montaña que rompía con su grito feliz
la
algarabía de los loros que cruzan el valle.
¿Dónde
están los cantos que lo celebran?
Los he
buscado para alumbrar la hora del regreso.
Con mis
muertos los busco. Con sus voces imagino cómo suena su música.
Pero ya
nadie puede desandar este camino.
Quizá
un poema en estas hojas ilumine con sus letras
la
carne y los huesos y los nervios del olvido.
Alguien
vio la huida de las multitudes
y sus
ojos se hundieron en el espejo amargo del café de la mañana.
Alguien
oyó el ritmo medroso de sus pasos contra la tierra.
Alguien
escuchó el grito. Alguien ya no recuerda.
Otros
dicen: Esas voces, esos pasos, y su retorno, están siempre en los cantos.
El
canto las anuncia. La memoria está en los cantos.
Pero
¿dónde oír esos cantos ahora?
¿Cómo
saber si están aquí, en estas hojas,
y son
ahora suyos, lectora silenciosa, silencioso lector…?
© Carlos
Satizabal
Bienvenido Carlos a este sitio que pretende difundir a poetas contemporáneos, mes a mes serás publicado, un abz Gus.
ResponderEliminaravasalla la fuerza de este " canto"y " voy de vuelta" ( como dice el poeta) y siento un enorme placer de esta lectura donde lo estético camina de la mano con lo intenso.una obra de arte. susana zazzetti.
ResponderEliminarSusana Zazzetti, gracias por tu comentario generoso, y tu emotiva lectura de poeta. Como decía nuestro padre Borges, la emoción poética sólo sucede al leer el poema. Que siento que sugiere que la emoción poética de la lectura es la que termina por inventar el poema. Es en tu lectura que este poema se hace poesía. Alguien lee es el poema inicial de La llama inclinada. Cuando desee su merced o alguien más de las y los apasionados poetas que Gustavo convoca, será una felicidad compartir la copia digital de este libro.... Sólo me escribe y se lo envío... cesatizabala@unal.edu.co
Eliminar
ResponderEliminarBien Carlos! Por una parte bienvenido a esta la casa de Gus y los poetas contemporáneos. Ha sido un placer tu texto y te seguimos esperando con más.
Lily Chavez
Bienvenido Carlos!!
ResponderEliminarUn gusto leerte.
Abrazo
Bienvenido Carlos, es un gusto seguir el recorrido de tu poema.
ResponderEliminarFeliz Año 2016
Betty
Bellísimo texto, intenso y poético, con una poesía sostenida y profunda que sorprende por su originalidad y ritmo. Bienvenido. Un abrazo. Adriana Maggio
ResponderEliminarAdriana, gracias por tu lectura, de visión generosa y musical, sin duda tu oído de poeta ha inventado o descubierto en este poema lo que ya tu guardas... Gracias. A quien lee, es el poema inicial, el poema que abre la entrada a La llama inclinada. Sería una felicidad poder compartir ese libro con su merced, como se saluda en esta ciudad donde vivo hace ya tantos años... Mi correo es cesatizabala@unal.edu.co Salud!!
EliminarUn poema que despliega sentidos profundos y tiene vuelo. Un placer su lectura. ¡Felicitaciones!!
ResponderEliminarGracias. También con tu lectura haces el.poema. Carlos Satizabal
EliminarNohemi, su mirada de poeta llena de nuevos sentidos este poema, que hace las veces de camino de entrada al libro La llama inclinada, que sería un gusto compartirle... Gracias!!!
ResponderEliminar