Me estaría
tendido en una isla
como cuando
los pájaros quedaban
al alcance de
los ojos,
podría
relajarme viendo cómo las proas
se alejan del
pañuelo
podría, en
silencio
oír mi
respiración
oyendo el
viento o el mar
o el aullido
de los lobos
que no
conozco. Aquellos de los bosques.
Y quisiera ser
algo de lo que creo que soy
y lo
fuéramos, juntos.
Quisiera oír
el ruido de algún tren.
Pero estoy
acostado sobre el piso
de una ciudad
quemada
que ha bajado
la voz por un momento. Es tarde.
El animal
entero desocupa los músculos
y con su carne
lisa de tensiones
busca el
refugio de los hombros y la almohada
como un recién
nacido.
Estirando la
mano hasta tu pelo
juega con
alivio.
Al oído te
escucha desmadejar el día
pero sobre la
piel, íntimamente.
La luz de la
colilla rueda sola
el rumor
atrapado junto a lo que quedó
sobre el
mantel a oscuras
y las proas de
siempre de después
el viaje por
las claves del que nunca podemos abusar
aguas
cerradas... ¡Cómo será esta tregua!
Pregunto por
la felicidad secreta
de esta
intimidad que llega
harta del día
pregunto por
mi nombre
y hago un
esfuerzo enorme porque me alcance
la voz.
Daría mucho
más, te lo aseguro.
Robaría, tal
vez.
© José
Antonio Cedrón
Hermoso poema entre la posibilidad y lo que fue.
ResponderEliminarUn abrazo
Graciela N Barbero
Bello y conciso. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn poema lleno de nostalgia, con un excelente final. Me gustó.
ResponderEliminarcuando los pajaros quedaban al alcance de los ojos!!!!!1
ResponderEliminarfelicitaciones!
maria del mar estrella
Hermoso poema relajado y silencioso. Cuantas visiones.
ResponderEliminarQué gusto leerte José, siempre un placer.
ResponderEliminarHasta pronto
Cariños
Cómo me gustás Cedrón. Gracias, Celina
ResponderEliminarplenitud de imágenes, un poema en movimiento, para re-leer.
ResponderEliminarsaludos
Anahí Duzevich Bezoz
íntimo, sencillo, profundo...
ResponderEliminaralberto vásquez