Amanece.
Una rosa nueva temblando contra el aire.
Sabe el aire el gozo de la rosa,
ese pétalo abierto besando la hermosura,
esa ofrenda sin más a la vida que llama.
Sabe la rosa las astucias del aire
que la ama en el
tiempo y en su ser la deshoja,
como se nombra rosa abrazada a su muerte.
Amanece.
No me pidas que regrese mansamente a las sombras.
El dulzor es la luz que se escabulle
y también, como el aire, nos talla y nos deshoja.
Fue salvaje este
amor, esta sed de las bocas,
esta escritura viva,
este grito áspero de incendios,
este dos del deseo.
No me pidas que duerma la paz del inocente
cuando elige mi alma estos cauces abiertos.
Fuimos el formidable
hallazgo de la luz del instante,
el relámpago inmenso sembrando la llanura
con su relincho desbocado, incierto.
Fuimos ese parpadeo sacro pariendo las estrellas.
No me pidas la inocencia,
agónica y nocturna,
del UNO del desierto.
© Amalia Zacoutegui
bello, como siempre
ResponderEliminarmaria del mar
- Fuimos ese parpadeo sacro pariendo las estrellas -
ResponderEliminarbelleza.
Cariños
me gusta esa rosa temblando contra el aire que desciende hacia el final del poema, amaneciendo agónica y nocturna.
ResponderEliminarMichou Pourtalé
Lindo comienzo el de la flor y los vaivenes naturales, muy bien expuesto el erotismo con su carga pasional y el final un halago a la dignidad humana.
ResponderEliminarUn abrazo
Betty
la palabra delicada que perfuma y pincha como la rosa, belleza, erotismo, soledad.Poema intenso inmenso.
ResponderEliminarGracias Amalia.
abrazo
claudia tejeda