Hacíamos el amor en una silla
Hacíamos el amor en una silla.
El tenía el pelo largo que me gustaba echar hacia atrás
el pelo largo que me gustaba oler
que me gustaba enredar.
Mientras me apretaba firme, sin movernos casi
en la silla -es difícil explicarlo-
fue algo más que sexo
era una silla y dos personas estando
sintiéndose
el uno entrando algo que se dejaba entrar en la una
y una simple silla de madera despintada
aguantando todo el peso de dos vidas de dos culpas, de dos
grietas.
Un hombre que no poseía nada pero que tampoco servía a
nadie.
Una criatura miserable y libre.
Fue difícil desenredar su pelo de mi vida
su pelo largo, salvaje
el velo que le cubría la mitad de la cara
y me gustaba echarlo hacia atrás
para contar las astillas que le rozaban la frente.
Un hombre de pelo largo, salvaje
una parte de mi pasado muerto.
A veces, mientras hago el amor legal,
actuando en el teatro íntimo de mi cuarto
miro la silla
y pienso en la delicia que se sienta en ella
y siento que es en esta cama donde soy infiel.
MAIRYM CRUZ BERNAL
¡Qué maravilloso este poema de hacer el amor en una silla, y ese pelo largo y salvaje del novio juvenil! Los versos finales ("es en esta cama donde soy infiel")tienen una gran fuerza y muestran que "siempre se vuelve al primer amor" como dice el tango, aunque sea solo en el recuerdo.
ResponderEliminarLo disfruté mucho Irene Marks
Lo disfruté mucho, lo sentí como escrito para mi.
ResponderEliminarExcelente elección
Maria Cristina Fervier