HARLEM
Ciudad arriba. Updown. Parada 43. Ojos sonámbulos en el 110.
Algo cambió. Suben al autobús las Rosas de Nueva York,
con bastones, andadores, cargadas con las bolsas negras de
la igualdad,
con la magnitud de la estirpe y de la sangre.
Rostros de una fatiga anterior, miradas de sosiego,
acostumbradas a leer imponderables en los posos del café.
Y siempre hay alguien que se levanta, mulato, blanco o
negro,
alguien que se ofrece y cede un lugar cercano a la salida
con la inexpresiva
indiferencia de lo cotidiano.
Algo cambió. Más allá del paralelo 112 somos los únicos
blancos en el autobús
abarrotado de cansancio y sueño.
Bajamos en la 125, en el bulevar que recuerda a Luter King y
la no violencia.
King, asesinado porque tenía un sueño,
porque la vida de un negro no tiene precio. Algo cambió,
pero no todo. En las calles el viento barre las hojas
otoñales de los derechos civiles.
En las encrucijadas se amontonan las bolsas blancas de
basura igualitaria.
Caminamos hacia el teatro Apolo con su cielo de estrellas en
la constelación de voces
de algodón que abarcan hemisferios. Corazón azul de
negritud,
trompeta, rostros brillantes de sudor y soul,
sonido de garnacha en el firmamento oscuro.
En la acera los tambores baten en la piel de la tarde,
fulgor de un relámpago anterior a la memoria.
En Central Park el sol prende en las ramas del crepúsculo.
Un esplendor gótico emerge por entre el vapor de la batalla
que no fue ni derrota ni vitoria. Gótico, no.
Un reflejo neogótico emerge, contemporáneo y viril,
en la ladera acotada. Battle of Harlem Heights, el cólico.
Expresión de inocencia perdida,
flor y ángel oscuro,
hogar de la oración de todas las naciones,
de las siete etnias convocadas al interior del ábside,
memoria de la paz columpiándose en la cruz
que cuelga de un clavo y cae con el estruendo de lo
inefable.
Velocidad terminal, laberinto visual, información cinética.
Algo cambió, pero no todo. Shooting of Brown
Shooting of
Brown, shoot, shoot, red news sobre la oscura piel de cualquier Harlem.
© Francisco X Fernández Naval
Me quedé sin palabras atrapada por la profundidad de las suyas, poeta. Excelente.
ResponderEliminarMaria Cristina Fervier