Para qué calificar el olor de la
pinocha...? Es nada más que eso: el olor de veranos enhebrados como las cuentas
de un collar y, cuando el hilo se rompa, se borrarán también mis huellas en
dirección al mar. Quedará la calle Estrasburgo, ondulada y abovedada de trinos,
aunque yo no esté. Aunque el recuerdo de questo vagar mio breve sea tan frágil
como la posición de los médanos. – Hubo uno acá... sí... el año pasado... Ella
era, ella decía, ella quería... Y luego la leyenda.
© Paulina
Juszko
Las leyendas perduran, Paulina!
ResponderEliminarBesossss
Y más tarde el olvido. Muy bueno!!
ResponderEliminarAbrazos
Elisabet
Perfecto relato, transformado en leyenda.
ResponderEliminarUn abrazo