La porcelana del mar esta dentro nuestro,
y en la espuma del cielo
con círculos solitarios siempre alejándose.
Es también un castillo con almenas y torres de oro,
una mujer de arena, la rosa de sal
y los naufragios con distintas voces
que estallan en la memoria incesante y rutinaria.
Esa memoria, que tañe como el agua el clamor infinito,
como la permanente roca
hundida y saqueada por olas incansables,
teje y desteje el pasado y el futuro,
un tiempo y otro tiempo,
viejas piedras
ardiendo en cada ribera
que las brumas ocultan.
Nubes que los vientos muerden en su camino solitario,
llevan remolinos de señales
ráfaga de luces y sombras escurriendo en un juego perpetuo
de signos y oración.
Somos el mar,
olvidados dioses con mantos de sal,
torrente de caminos y viajantes,
campos de batalla,
conquistadores y redimidos,
insinuación, conjetura, acción, demonio y poder.
El mar, tañe la campana del naufragio.
© Daniel Arias
Que bueno Daniel! Cariños, Dolores Pombo
ResponderEliminarSí Daniel, somos el mar. Pero lo olvidamos todos los días.
ResponderEliminarMe encantó tu poema.
Abrazo,
Alicia Márquez
Sí somos el mar con todo lo que serlo conlleva y a veces no sabemos comprendernos lo suficiente.
ResponderEliminarAbrazo
Elisabet