Patibularios
III
El suicidio de Werther, el de Larra, pero
también la belleza mercurial de Lady Lilith, la de las vírgenes carnales de un
Botticelli ambiguo en sus seis trazos, la extravagancia del dandismo
impenitente que ahora exhibo, han equilibrado el cosmos buenamente, lo han
inclinado unos milímetros al norte de mis ecos. El gesto provocador que me
endilgan las comadres es parecido a ciertos paisajes restaurados con incienso,
a rosas que se encienden sin alivio. En esta aristocrática revuelta hecha de
alcoholes, en donde establezco un culto a mí mismo sin cantos asordados (ay,
Whitman barbado e insolente), sólo busco el placer de sorprender sabiendo que
ya no podré sorprenderme casi nunca, sabiendo que esta vida de fealdades
aparentes es una ironía leve como las clínicas de dios o el plenilunio.
Anuncian nuevas ejecuciones públicas hoy día; yo, como Valéry, languidezco de
belleza.
© Flavio
Crescenzi
Soy yo quien languidece de belleza, gracias Flavio!
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