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28/11/14

Prosa de Flavio Crescenzi


Patibularios 

III

     El suicidio de Werther, el de Larra, pero también la belleza mercurial de Lady Lilith, la de las vírgenes carnales de un Botticelli ambiguo en sus seis trazos, la extravagancia del dandismo impenitente que ahora exhibo, han equilibrado el cosmos buenamente, lo han inclinado unos milímetros al norte de mis ecos. El gesto provocador que me endilgan las comadres es parecido a ciertos paisajes restaurados con incienso, a rosas que se encienden sin alivio. En esta aristocrática revuelta hecha de alcoholes, en donde establezco un culto a mí mismo sin cantos asordados (ay, Whitman barbado e insolente), sólo busco el placer de sorprender sabiendo que ya no podré sorprenderme casi nunca, sabiendo que esta vida de fealdades aparentes es una ironía leve como las clínicas de dios o el plenilunio. Anuncian nuevas ejecuciones públicas hoy día; yo, como Valéry, languidezco de belleza.


© Flavio Crescenzi

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