Poema de Flavio Crescenzi
Patibularios
II
La escritura como osamenta. Esta escritura desatada, tan cervantina ella, tan invisible pese a las manchas que la ciñen, es lo único que justifica el paso cansino de los días. Hay un escritor verdugo en este rostro, una escolta que avasalla la letra y la palabra hasta llenar de enjambres lo pálido de esta hoja fatal que no comprendo. Lo verdadero es sólo lo que está escrito entre mil ruinas, lo otro es la marea ágata que agota sus recursos de sirena en pos de un sueño, lo otro no me basta. La literatura es el espacio de paz que me resuelve, la instancia final en donde el signo cumple sus rituales más pesados, en donde el nombre y las cosas víctimas del nombre se divorcian para dejar un niño hermoso llorando en el silencio. Siempre estaré empapado de escritura, siempre seré el niño antes mencionado, tal vez el signo o la cosa que lo porta, siempre el navegante entre dos mundos de miserias, el que abre un libro, no ya para robar sus secretos de huracán en bocas rotas, sino para leer lo que danza azul en mi añejada biblioteca, en ese suspiro trivial que nos deshoja.
© Flavio Crescenzi
2 comentarios:
El poeta, de algún modo, Flavio, es ese navegante entre dos mundos...
Aplausos, bises y un gran abrazo
María Rosa León
Flavio, este universo en que contruyes y derrumbas el lenguaje es el más y menos amable, el lugar donde quisiéramos estar.
Abrazo, poeta.
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