Ah, esa ácida ausencia
del mar en tus muslos…
Verdes tempestades. Nocturnas primaveras.
El Jazz libidinoso de tus noches
y el fruto temprano de tu lencería
trepando hacia las brasas de la niebla.
Ese pálido confín de tus palabras:
destierro de la espuma,
azules binomios
y ámbitos madurando en cerámicas.
Amarte, no fue una eternidad innegociable:
fue un sueño de metáforas y arcilla;
abruptos jardines de diamante,
un estigma de miel salvaje.
Atardecido estiaje;
el grave despertar del mármol
en el sexo de los ángeles
o un plácido desayuno
de licor de luna y resinas de otoño.
Guardar en los armarios estrellas de mar,
despojos de sirenas,
para que el verano
sea más cercano, más perdurable.
© Jorge Moreno De Los Santos
El amor y la eternidad misma.
ResponderEliminarLa inmensurable belleza del mar que lo identifica.
Bello poema, muy sentido.
Abrazo
me encanta esa delicadeza tan profunda como la eternidad misma. susana zazzetti.
ResponderEliminarJorge me encantó el romanticismo de tu poema, las metáforas delicadas, las imágenes... o sea todo...
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