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28/6/14

Poema de María Ángeles Pérez López


Como los elefantes, la mujer
se inquieta ante los huesos de su especie,
mueve nerviosamente la cabeza,
se extravía y tropieza en su dolor.
Los esqueletos largos, mascarones
que arrojaron el mar y el pleistoceno
para dormir, lavados por el agua
hasta volverse láminas de luz,
son una herida abierta y silenciosa
que los grandes mamíferos levantan
con tal delicadeza, con colmillos
en su arabesco y su melancolía.
Porque los elefantes, la mujer,
elevan la osamenta de los suyos
y los acunan con sus grandes dientes,
los mecen con pasión y con trastorno.
Como los elefantes, la mujer
cubre su piel de arena y de termitas,
arroja a sus costillas, su espaldar
la tierra de sus muertos, se recubre
de su aspereza seca, ventolera
o ráfaga de tiempo calcinado
y canta lentamente una canción
que en su baja frecuencia, solo escuchan
congéneres lejanos, primordiales.
Cuando pinta sus dientes de marfil,
dentina opaca y blanca, romboidal
que prestigia su boca y su alegría,
la mujer talla en ellos la aflicción
preciosa, endurecida como laja
que atraviesa la luz y la somete.
               
                        a Esteban Peicovich, por “El otro amor”
                        a Charo Ruano



© María Ángeles Pérez López

3 comentarios:

  1. Qué interesante esa comparación con el elefante. La mujer todo lo puede.
    Un abrazo
    Graciela N Barbero

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  2. BELLÍSIMA EXPOSICIÓN DE LA BESTIA Y LA BELLA VIDA QUE SE HACE SIBLIME YA FUERTE COMO TIERNO ELEMENTO PRIMORDIAL EN LA MATERIA!... MUY BIEN DESARROLLADA CON UNA SUBLIMINIDAD INCOMPARABLE VERSIFICACIÓN!..GRACIAS POR COMPARTIRLO! LIDIACC.

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