Al fin, uno pierde
los geranios despiertos,
la luna que se muere,
los árboles que tiemblan
y la llovizna leve.
Al fin, uno pierde
una reciente sombra
sobre el hombre dormido,
la solitaria casa,
los muertos infinitos,
el sueño afiebrado del verano
y los otoños
oxidados de ausencias.
Al fin, uno pierde
una mesa desierta,
un hombre repetido
en todos los espejos;
y los ojos abiertos
en medio del océano.
Al fin, todo se pierde
salvo un pequeño niño que nos nombra.
© Beatriz Arias
la plenitud de poema en el verso final me emociona. susana zazzetti.
ResponderEliminartodo lo que perdemos, beatriz. te dejo un abrazo.
ResponderEliminarPérdidas luminosas que atesoramos. Y ese final de rescate tan hermoso. Saludos, Beatriz.
ResponderEliminar¡Bellísimo, Beatriz!
ResponderEliminarUn abrazo,
Alicia Márquez
ciertamente como diría el poeta colombiano la vida es un juego largo que se pierde.
ResponderEliminarel viaje termina, pero queda la poesía del camino recorrido.
Walter